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El padrino (achik) como guía formativa y eje de la justicia indígena en los Andes.

El compadrazgo o padrinazgo en las comunidades indígenas constituye una institución ancestral profundamente arraigada en la cosmovisión andina, que trasciende lo meramente ceremonial y religioso. Desde la gestación, el ser humano es encomendado a una figura de custodia espiritual y moral, conocida como Achik Tayta o Achik Mama, quienes desempeñan un rol fundamental en el acompañamiento del crecimiento humano (Yánez Cossío, 2012).

El concepto de la luz y la tercera posición se encuentra presente en diversas civilizaciones antiguas, como la mesopotámica, egipcia, india y china, donde el número tres se representa mediante la vesica piscis, un símbolo de la geometría sagrada. Esta figura se forma por la intersección de dos círculos del mismo diámetro, generando una forma similar a un "ojo de pez" o mandorla, que simboliza la unión de los opuestos, la creación, la dualidad y la conexión entre lo divino y lo terrenal a través de la luz.

Desde la cosmogonía andina, en la chakana, el achik, o luz personificada, representa la tercera posición o el número tres, simbolizando el valor espiritual que da origen al principio de equilibrio y a la dualidad (Estermann, 2006).

En las comunidades andinas, cuando una pareja se entera de que ha concebido un nuevo ser, se ocupa de buscar al Achik Tayta (padre de luz) y a la Achik Mama (madre de luz) para que acompañen la crianza de su hijo. Este acto se formaliza mediante una ceremonia de selección del padrinazgo y la entrega del mediano, un presente que simboliza el compromiso asumido. Este gesto está cargado de profundo significado simbólico, espiritual y social. No se trata únicamente de establecer una relación de tutela o mentoría sobre la vida del nuevo ser, sino también de consolidar una alianza ética y comunitaria, con implicaciones duraderas a lo largo del tiempo.

Selección del achik tayta o achik mama

a. Criterios de selección

En el proceso de elección del padrino o madrina para sus hijos, la pareja debe tomar en cuenta que quien será considerado Achik Tayta o Achik Mama reúna diversas virtudes espirituales, éticas y sociales. En esta selección se valora especialmente la sabiduría ancestral, la capacidad de liderazgo, el equilibrio emocional, la integridad moral tanto individual como familiar y, por encima de todo, busca que el elegido mantenga un vínculo activo con la comunidad.

El Achik Tayta o la Achik Mama es el referente o guía cuya vida refleja armonía con los principios de convivencia, complementariedad y servicio a la comunidad, en sintonía con los valores de la cosmovisión andina (Estermann, 2006; Quispe, 2015).

La elección de los Achik no es producto del azar ni de vínculos basados únicamente en la amistad, sino que responde a criterios rigurosos. Se escoge a personas que encarnan atributos de guía y mentor, capaces de acompañar el proceso de formación del ser humano desde una perspectiva integral y profundamente arraigada en los valores comunitarios. Se trata de una forma de coaching espiritual y ético en clave andina.

Con esta elección, se garantiza que el nuevo ser humano crezca bajo la guía de una luz espiritual encarnada en un modelo vivo de ética comunitaria representado por los padrinos.

b. Entrega de los medianos

Cuando se concreta la elección de quienes cumplirán el papel de Achik Tayta y/o Achik Mama, se sella el compromiso mediante la entrega de los medianos, una ofrenda compuesta por alimentos preparados, frutas, mote, chicha y otros productos locales. Este gesto simboliza la gratitud y el compromiso hacia quien asumirá el rol de guía espiritual y mentor.

Durante la entrega, los padres del niño o niña acuden a la casa de los Achik para entregar el mediano. Allí, los Achik reciben la ofrenda en el marco de una ceremonia íntima, en la que el mensaje central se expresa a través de la frase ritual:
"Kikin achik kawsaymi runataka shuk achik kawsayman pushanka", que puede traducirse como: “Tú, luz-guía, conducirás esta nueva vida hacia su destino”.

Con esta expresión se sella la transferencia de responsabilidad en la crianza de los hijos, dentro de una investidura espiritual y transgeneracional que reconoce al Achik como mediador entre el nuevo ser y los principios que rigen la vida comunitaria (Mamani, 2010).

c. Pacto de prácticas de valores andinos

En el pensamiento cosmogónico de los pueblos andinos, el compadrazgo se sustenta en los siete valores fundamentales: kawsay, anya, llamkay, munay, ayni, yachay y kawsay pacha. Estos principios permiten la dinámica de interacción entre todos los seres de la Pachamama, así como con la sociedad y la comunidad.

Ser elegido como Achik implica una obligación ética: acompañar activamente la crianza y el desarrollo del ahijado o ahijada, no solo en momentos rituales o ceremoniales, sino a lo largo de todo su proceso de crecimiento y formación, incluyendo situaciones de conflicto, enfermedad o decisiones trascendentales en su vida. A su vez, los padres y la familia del niño o niña se comprometen a brindar apoyo, cuidado y reconocimiento a los Achik, considerándolos parte de la familia extendida. En este marco, sus orientaciones o consejos son valorados para el bienestar colectivo, y deben ser tomados en cuenta en la toma de decisiones. Así, junto con los Achik, se conforma una red de ayuda mutua basada en la familia ampliada.

Este sistema de reciprocidad fortalece los lazos intergeneracionales y mantiene viva la lógica del “nosotros – ñukanchik [yo pluralizado]”, fundamento de la justicia indígena y de la pedagogía comunitaria (Albó, 2008; Yánez Cossío, 2012).

Por tanto, el Achik, lejos de ser una institución decorativa o meramente simbólica, se configura como una estructura social de familia ampliada, relacional y compleja, que organiza el acompañamiento de la vida humana desde la luz, el equilibrio y la comunidad. A través de estas figuras, el ser humano en formación no camina solo, sino guiado por quienes han sido elegidos para iluminar su camino con sabiduría, cuidado y responsabilidad compartida.

Entre los compromisos asumidos por el Achik se encuentran:

  • Custodia vitalicia: Acompañamiento integral del desarrollo humano, desde la gestación hasta la madurez.

  • Responsabilidad ética compartida: En caso de transgresiones por parte del ahijado o ahijada, los mentores también participan en rituales de purificación —como el baño con ortiga— al considerarse que su guía fue insuficiente (Albó, 2008; Mamani, 2010).

  • Resistencia al sincretismo: Aunque la colonización impuso el término “padrino”, la esencia ancestral de esta mentoría persiste, resignificando en los símbolos católicos bajo los códigos propios de la cosmovisión andina (Mamani, 2010).

A lo largo del ciclo vital, el individuo andino atraviesa al menos siete momentos clave en los que se integra la figura del Achik Tayta o Achik Mama: el embarazo, el parto, el nacimiento, la elección del nombre (bautizo), el corte del primer cabello (ritual equivalente a la primera comunión), la entrega de herramientas de trabajo (confirmación) y el matrimonio o sawari. Aunque estos ritos ceremoniales andinos se han visto influidos por sincretismos religiosos externos, conservan la estructura espiritual originaria que otorga sentido a la vida comunitaria y a la formación del ser humano guiado por la sabiduría, el cuidado y la responsabilidad compartida de sus mentores o achik - luz.

Implicaciones en la justicia indígena

Aunque el sincretismo religioso católico intentó colonizar la figura del Achik mediante la imposición del modelo occidental del “padrino”, no logró desarraigar por completo la lógica espiritual y jurídica originaria incrustada en esta estructura ancestral. El Achik, como principio de mentoría para la crianza del ser humano, se fundamenta en los principios andinos de restauración y purificación, donde la justicia no se basa en el castigo punitivo, sino en la restitución del equilibrio colectivo.

Desde esta perspectiva, los Achik Tayta y Achik Mama asumen el rol de guías o seres de luz para el ahijado, encargados de acompañarlo en su crecimiento espiritual, en su formación ética y en su responsabilidad social dentro de la comunidad. Cuando, a pesar del acompañamiento brindado por los padres y mentores, la persona incurre en una acción que transgrede una norma de convivencia o rompe la armonía colectiva, no solo se le exige una purificación individual —por ejemplo, mediante baños rituales con ortiga y agua fría—, sino que también se convoca a sus Achik para reflexionar sobre la eficacia de su guía. Esta práctica conduce a una evaluación colectiva orientada a la pronta reinserción del individuo, quien, junto con sus padres, mentores y la comunidad, asume nuevos roles y compromisos. En ello consiste la esencia del baño ritualístico como expresión de la justicia indígena: una justicia restaurativa, transgeneracional y profundamente espiritual.

Esta lógica de practicar la justicia en los andes, responde a una visión holística del desarrollo humano, según la cual la formación del ser no es un proceso individual, sino comunitario, donde participan activamente la comunidad, los ancestros y los custodios espirituales (Albó, 2008). En este contexto, la responsabilidad educativa se distribuye entre las redes de parentesco espiritual (padrinos) y social que acompañan al individuo desde su nacimiento. Por ello, cuando una persona transgrede las normas éticas o legales del ayllu (comunidad), la falta no se interpreta como un acto aislado, sino como una ruptura del tejido comunitario y del proceso colectivo de formación. En consecuencia, se reconoce la responsabilidad compartida de los Achik Tayta y Achik Mama, quienes deben participar activamente en los procesos de corrección y restauración, reafirmando así su rol como guías formativos y espirituales.

En este marco, el Achik Tayta y la Achik Mama, como figuras mentoras formativas y espirituales, no solo cumplen una función simbólica o educativa, sino que también están directamente vinculados al ejercicio de la justicia indígena, entendida como un modelo restaurativo, comunitario y ético, orientado a restablecer el equilibrio social y espiritual. Por tanto, el compadrazgo andino trasciende lo ceremonial para convertirse en un sistema de accountability comunal, en el cual no solo el individuo es responsable de sus actos, sino también sus mentores, quienes pueden ser considerados corresponsables si han fallado en su rol de acompañamiento integral.

En consecuencia, la institucionalidad del Achik Tayta y la Achik Mama no solo moldea la formación del ser desde el nacimiento, sino que actúa como columna vertebral de la justicia indígena. En esta connotación, el sistema de justicia no opera en abstracto ni desde instituciones externas, sino que se articula con las redes de parentesco espiritual y compromiso mutuo desde la familia y la comunidad, constituyéndose en un eje estructural de una justicia concebida como pedagogía para la formación integral del ser humano, sostenida por vínculos de valores, ritualidad y sabiduría ancestral transmitida por los yachakkuna.

En conclusión, el análisis de la figura del Achik Tayta y la Achik Mama revela la profundidad y vigencia de una institución ancestral que articula la formación integral del ser humano con la justicia indígena. Lejos de ser un simple rito de paso o una formalidad derivada del sincretismo religioso, el compadrazgo constituye una red viva de mentoría espiritual, ética y comunitaria, donde la luz (achik) actúa como principio mediador y armonizador entre las dualidades fundamentales de la existencia. La rigurosa selección de los Achik, la ceremonia de investidura y el pacto de reciprocidad evidencian la relevancia de estos guías en la transmisión de valores, saberes y prácticas que sostienen la cohesión social y la continuidad cultural de los pueblos andinos.

Referencias

  • Derechos humanos. La Paz: Fundación Friedrich Ebert.
    Cusicanqui, S. R. (2010). Ch’ixinakax utxiwa: Una reflexión sobre prácticas y discursos descolonizadores. Buenos Aires: Tinta Limón.
    Estermann, J. (2006). Filosofía andina: Sabiduría indígena para un mundo nuevo. Quito: Abya-Yala.
    Mamani, F. (2010). Cosmovisión andina y justicia comunal. La Paz: Instituto Internacional de Integración.
    Quispe, H. (2015). Rituales andinos y formación espiritual comunitaria. Cusco: Centro Bartolomé de Las Casas.
    Yánez Cossío, L. (2012). El compadrazgo en los Andes: Más allá del padrinazgo religioso. Quito: FLACSO.