Sabiduría Hidráulica de los pueblos originarios de los Andes.
Estructuras construidas por la civilización andina hace unos 1600 años, con el objetivo de recuperar agua de los acuíferos subterráneos.
Hace aproximadamente 1600 años, en la época precolombina, los habitantes de los pueblos andinos ancestral de Nasca desarrollaron un sistema de acueductos subterráneos, con la finalidad de abastecerse del liquido vital en las partes secas del valle que carecían de agua. La infraestructura permitió a La Cultura Nasca enfrentar las prolongadas sequías de los páramos andinos que azotaban al valle.
Los Acueductos de Nasca se localizan en la república del Perú, provincia de Nasca, departamento de Ica, en la cuenca del río Grande, caracterizado por ser un sistema hidrográfico que nace en base a las precipitaciones que ocurren en las montañas de la parte alta de la cuenca, en la estribaciones de los Andes centrales y que dan origen a cursos de agua de características intermitentes que suelen durar solamente entre tres y cuatro meses cada año (diciembre a marzo).
La infraestructura hidrográfica se ubican en la parte baja de la cuenca; el lugar en donde se encuentran los acueductos se caracteriza por ser una faja desértica muy seca, mayormente plana, si bien existen algunos sectores con relieves montañosos complejos, el desierto es surcado por varios ríos; pero contrariamente a la abundancia de agua, se trata de cauces con un régimen irregular e intermitente donde la mayor parte del año el agua es escasa y en muchos casos se produce un estiaje total muy prolongado. (ANA, 2010).
La escasez de agua, dificultó el desarrollo de los pobladores del desierto a través de los siglos. Para paliar esta situación, los habitantes de la cultura Nasca lograron utilizar el agua de la napa freática del subsuelo mediante una innovación tecnológica, formada por acueductos subterráneos que funcionaron mediante un sistema de galerías filtrantes. (Negro, 2018).
Este sistema capta por filtración el agua de la napa freática y la conducen por tramos subterráneos y descubiertos hasta almacenarlos en un reservorio para luego ser distribuida a los campos de cultivo (Gonzáles García 1942; Rossel Castro 1942; Schreiber y Lancho 1988, 2006). En los tramos cubiertos construyeron ojos de sección helicoidal cada cierto tramo, con el fin de realizar el mantenimiento y cargar con la presión atmosférica al acueducto para mantener el régimen de flujo uniforme, el mismo que no causa erosión ni sedimentación en el canal. Se trata de un sistema aparentemente sencillo, pero al mismo tiempo sofisticado porque requiere de avanzados conocimientos técnicos y capacidad de organización para articular los esfuerzos colectivos en su construcción.
En su construcción básicamente se han identificado dos técnicas: una a tajo abierto y otra en socavón (Schreiber y Lancho 2006). La primera consiste excavar una zanja horizontal y abierta de profundidad variable, hasta intersectar el nivel del agua subterránea, de modo tal que el agua filtraba en la zanja y a través de esta era reconducida hasta la superficie, acopiándose en un reservorio excavado en el suelo (Negro, 2018). La base de la zanja base tiene en promedio 1.00 m de ancho abriéndose hacia la parte superior alcanzando en algunos casos los 10.00 m por lo cual se construyeron bermas laterales, a manera de un escalón, que servían para facilitar el acceso al canal de agua y como plataforma intermedia para acumular los sedimentos provenientes de la limpieza anual.
Los acueductos conducen las filtraciones de los ríos Aija, Tierra Blancas y Nazca por tramos subterráneos (galerías socavón) y por tramos descubiertos (galería zanjón).
La segunda técnica es más compleja y presenta dos variantes. Las Galerías de Zanja Rellenada: fueron excavadas como canales a cielo abierto y después de construir los muros laterales de contención, a una altura variable, se dispone de una techumbre con lajas de piedra o con troncos del árbol huarango. Encima de la cubierta se rellenó la zanja con material terroso y piedras. Las galerías miden en promedio entre 100 y 300 metros, pero hay algunas mucho más largas que incluso llegan a pasar por debajo del curso actual de los ríos, como el caso del acueducto de Bisambra.
La otra variante en la construcción son las Galerías de Socavón, representa el diseño más complejo por el nivel de concomimientos requeridos para su construcción. Fueron construidas como si se tratase de un túnel excavado en el subsuelo, en cuyo caso las paredes laterales de cantos rodados y la cubierta con lajas de piedra o alternativamente troncos de huarango, fueron colocadas como apuntalamiento mientras se avanzaba con la perforación del túnel.
Los caudales que fluyen por estas galerías van en rangos de 13 a 50 lt/s. Son más de 30 galerías que cruzan todo el valle de Nasca.
En cuanto a la dimensiones: la parte subterránea tiene un ancho medio de base de 80 cm y una longitud media de unos 49 m y para taparlas utilizaron lajas de piedra y listones de Huarango finamente colocados. La construcción de estos tramos cubiertos hace pensar que conocían técnicas de topografía subterránea. Los canales superficiales tienen un ancho medio de 1 m y la longitud de los acueductos varía entre 400 a 1000 m.pero de una forma que han resistido los hasta terremotos. Los caudales que pasan por estas galerías son de 13 a 50 lt/s.
Las aguas que circulaban por esas galerías eran depositadas en unos reservorios o cochas y de ahí se distribuían a los campos de cultivo.
La autenticidad de los Acueductos de Nasca está confirmada por las referencias del siglo XVII sobre su existencia, describiéndola como una hermosa acequia cuya corriente fue desviada de forma contraria a la dirección del río “... porque un río que pasa por aquel valle traía muy poca agua de verano y padecían los indios mucha esterilidad en sus sembrados, que muchos años que en la sierra llovía poco, los perdían por falta de riego. Y con el socorro del acequia, que era mayor que el río, ensancharon las tierras de labor en más que otro tanto, y de allí adelante vivieron en grande abundancia y prosperidad”. (Garcilaso de la Vega, 1609: 296).
La existencia y características de este sistema hidráulico están ampliamente documentada por diversas investigaciones arqueológicas e históricas. Desde mediados del siglo XIX fueron descritos por historiadores y viajeros que lo atribuyeron a los a los Incas. (Regal, 1943). Posteriormente se realizaron investigaciones más detalladas, entre las que destacan las de Toribo Mejia Xesspe (1939), de Gonzáles García (1978), Alberto Regal (1943), el sacerdote Alberto Rossel Castro (1942), Berghuber y Vogl (2005) y Sandra Negro (2018), donde se describen la mayoría de los acueductos que se conocen hasta hoy y que muchos de estos investigadores han podido identificar a partir de referencias anteriores.
Los estudios más completos son los de Katharina Schreiber y Josué Lancho (1988, 1995, 2006) cuyos investigaciones arqueológicas, indican que la construcción del sistema habría empezado alrededor de los años 300 a 500 d.C., durante el desarrollo de los Nasca. Sitios arqueológicos asociados a ellos y el estudio de los patrones de asentamiento de la época, indican que la parte media de los valles de Nasca (donde no hay agua superficial la mayor parte del año) empezó a ser ocupada en ese tiempo como resultado de la construcción de los acueductos (Schreiber y Lancho, 2006).
Las investigaciones muestran que todos los acueductos mantienen su condición original en cuanto su trazo, disposición, forma, uso y función. Aunque algunos cambios y modificaciones se habrían realizado en las épocas siguientes, hasta la época Colonial, como parte de un proceso normal de renovación y mantenimiento de los mismos, pues el sistema se mantiene en funcionamiento continuo aunque parcial, hasta nuestros días.
Las refacciones se han realizado con materiales similares, considerando que las vigas de troncos de los canales cubiertos deben ser reemplazadas cada cierto tiempo y las limpiezas periódicas necesarias para su funcionamiento.
Científicos Peruanos desde hace muchos años ya han resuelto este misterio, el uso hidráulico que tuvieron para abastecer de agua a una población, y lo han señalado en diversas investigaciones que se han realizado en este lugar.
Los acueductos las aguas lo toman desde los puquiales cercanos al río, mismos son conducidos por tramos subterráneos, a lo largo de ese recorrido han hecho chimeneas de sección elípticas que permite el flujo del agua, al poner en contacto con la atmósfera al agua que discurre en el canal subterráneo; luego el canal va por tramos superficiales al alcanzar la cota del terreno y deposita sus valiosa carga, el agua, a cochas donde se almacenaba para cubrir sus necesidades en un lugar de una aridez extrema.
En el mundo andino existen ejemplos destacables sobre el manejo del agua para diversos fines. Uno de los mejores exponentes de la sofisticación es el Sitio Arqueológico de Tipón, conjunto arquitectónico inca compuesto de palacios y templos, con un gran acueducto de piedra que distribuye el agua en los diferentes sectores del complejo y crea varias fuentes de gran belleza. Sin embargo, a diferencia de Tipón los acueductos de Nasca resaltan por su necesidad de lidiar con la escases de agua, obteniéndola de lo profundo del suelo en un medio extremadamente seco. Esta característica diferencia resulta más resaltante si se considera que el sitio costero se construyó aproximadamente mil años antes que el cusqueño.
Conocer nuestro pasado, revalorar el gran conocimiento ancestral es la base de nuestra cultura y desarrollo, además que nos señala el camino a procesos de adecuación al cambio climático.
Fuente:
- Imágenes de Diego Delso, Arqueología del Perú, Ronald Ancajima Ojeda
- 2010 Actualización del inventario de fuentes de agua subterránea del valle Nasca. Ministerio de Agricultura, Perú.
- CRISPÍN, Máximo. 2016 Acueductos de Nasca “La Joya de la Obra Hidráulica de la Cultura
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- DEZA RIVASPLATA, Jaime 2010 El Agua de los Incas. Sistema de riego en el Perú prehispánico. Fondo Editorial Universidad Alas Peruanas. Lima.
- GONZÁLEZ GARCÍA, francisco 1942 Los acueductos incaicos de Nazca. En: Revista de Agricultura y Ganadería, vol. 12, Nº 142 (pp. 713-720).
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