Ponencia compartida a estudiantes de la University of Minnesota Twin Cities - Fundación CIMAS, 16 de mayo 2024
La resistencia a los antibióticos aumenta de manera exponencial, y la práctica de la medicina andina está disminuyendo día a día en Latinoamérica. Por lo tanto, es necesario buscar un punto medio para crear una combinación perfecta entre las prácticas ancestrales y los conocimientos de la medicina alopática.
La práctica de la medicina andina o ancestral está creciendo en Occidente, particularmente en Europa, mientras que en los Andes se está muriendo. Para su ejercicio, requiere la autorización por parte del Estado. En el caso ecuatoriano, se requiere tal autorización a pesar de constar en la carta magna del año 1998 y ratificada en la del 2008.
Una persona indígena que tiene interés en aprender sobre salud debe incorporarse a una facultad de medicina de alguna universidad, carrera que dura entre 6 y 8 años, y lo que es más, adquiere conocimientos diferentes a su contexto ancestral de su pueblo.
La persona que muestra interés en aprender la medicina andina se involucra desde la infancia. Ingresa a ser tutelado por un sanador o yachak, quien le ayuda a desarrollar sus sentidos, a pensar y sentir (cabeza y corazón). Le capacita en el manejo de la fitoterapia y el manejo energético de los seres, tanto animales como vegetales. Aprende a sentir las emociones de las personas, los fenómenos de la naturaleza, etc. El estudiante de medicina andina desarrolla una cierta intuición para el diagnóstico de las enfermedades, donde los síntomas del cuerpo físico pasan a un segundo plano. El sanador andino propende a mirar mucho más profundamente al ser humano, buscando identificar el origen del desequilibrio fisiológico del organismo y sus causas.
La medicina alopática funciona con base en los principios activos de los compuestos químicos, con largas listas y procesos que los médicos occidentales deben seguir para procurar restablecer la salud del paciente. En la actualidad, la revolución tecnológica está llevando a esta profesión hacia el borde de ser sustituida por equipos tecnológicos, especialmente por la IA (Inteligencia Artificial). Equipos tecnológicos con algoritmos preestablecidos y datos suministrados del paciente organizan diagnósticos de enfermedades y cirugías con mayor precisión. El médico humano es requerido principalmente para actualizar los programas y piezas, convirtiéndose solo en supervisores de estas máquinas, y los pacientes en "cajas" en las que trabajarán los robots.
Actualmente, un médico en su actividad laboral lleva consigo un equipo tecnológico como su mejor aliado, con varias credenciales habilitadas para el uso de la IA en el campo de la salud, organizando contenidos actualizados sobre tal o cual enfermedad y su tratamiento. El asunto va más allá: una persona con acceso a internet y conocimientos elementales de informática puede comentar los síntomas a Alexa (IA), quien cuenta con acceso a bases de datos remotas. En respuesta, Alexa indica los medicamentos a suministrarse, dosis y otras recomendaciones, dejando así al profesional de la salud en un segundo plano.
Un médico andino desarrolla su práctica de sanación de forma holística, bajo el concepto de que toda la existencia de vida es parte de ella y es interdependiente entre seres, desde los simples hasta los de estructuras más complejas.
El sanador busca colocarse en un estado de principiante (solo sé que nada sé - Sócrates), procurando conectar su pensamiento (uma) con el corazón (shunku) y así generar el Sentí pensar, principio fundamental del médico andino. En el ámbito del Pensar, el sanador busca acceder a la mayor cantidad de información a nivel de los libros, investigaciones, relatos y más. Mientras que en el ámbito del Sentir, busca comprender que somos parte de un todo más amplio en los tres mundos (hanan pacha, kay pacha, ukun pacha). Por tanto, si el organismo o alguna función fisiológica se altera, la sanación inicia con una mirada a su entorno, buscando las causas que no necesariamente están en el paciente.
Había un sanador o hampik, de quien tuve la suerte de recibir su sabiduría hace muchos años. Realizaba campamentos de sanación (caravanas médicas) en los pukara o tambo durante los raymikuna (solsticios y equinoccios), convocatorias a las que asistían personas en búsqueda de sanación de dolencias. El sanador respondía con solo una postura de mano o un abrazo fraternal; varios de estos contactos se desarrollaban sin palabras, y la gente presentaba mejoría en su salud, así como disminución de dolencias. El sanador alcanzó a vivir más de 100 años. Si alguien vive hasta esta edad no en estado geriátrico, sino completamente activo hasta el último día de su vida, debe saber algo sobre la salud, ¿no creen?
En las comunidades indígenas, tanto en la sierra como en la Amazonía, las mujeres son consideradas guardianas de la sabiduría. En un gran número, las yachak mamakuna o abuelas tienen su experticia enfocada en mayor medida al área de la ginecobstetricia, el cuidado de la vida y la procreación de la perpetuidad de la especie humana. Cada sanadora cuenta con su propia chakra, un espacio exclusivo para las mujeres, donde desarrolla su sabiduría y practica la sanación. A este lugar acude en sus momentos de soledad e incluso atiende el embarazo y parto de las que lo soliciten.
Para el sanador o sanadora andina, su vida se desarrolla bajo un concepto holístico, donde todos los seres (vivos e inertes) tienen vida. Cuando una mama o sanadora recibe un pedazo de pan, el alimento lo comparte con los animales que se encuentran en su chakra, como las hormigas, el perro, los pájaros e incluso con la pachamama, a quien también considera como dadora de la vida. Recuerdo que en una ocasión mi madre, al recibir un ramo de flores, se puso feliz, pero casi de inmediato lo llevó a alimentar a sus cobayos o cuyes. Con una mirada tierna, frente a mi asombro y desconsuelo, me dijo: "Hijo, gracias por traer comida para mis animalitos." Ahora lo entiendo: la felicidad de mi madre no podía prevalecer ante el hambre de otros seres vivos que habitaban con ella.
Los sabedores y sabedoras están convencidos de que hay inteligencia más allá de nuestra simple comprensión. Hay una inteligencia que genera causa y efecto, trasciende el entendimiento humano, y se refleja cuando un paciente que parece perfecto en recuperación de salud al final muere. De igual forma, algún paciente que bajo los pronósticos de la ciencia está desahuciado, a pesar de ello se levanta la mañana siguiente. A esta magia, los sanadores la conocen como el kawsay, o la vida en su máxima simplicidad.
El sanador andino no está en contra del médico alopático; invita al médico occidental a comprender que somos parte de un macro infinito cosmos (hanan pacha), que compartimos un espacio común (kay pacha) donde las condiciones físicas y cósmicas son favorables para la perpetuación de toda vida existente, y que nuestra infinita estructura ínfima -microcosmos- constituye el campo energético con el cual interactuamos. Esto nos permite comprender que después de que nos hayamos ido de este espacio, todo estará bien y la inteligencia infinita o absoluta (el cosmos) seguirá - pacha.
Se muestra que el proceso legislativo para el ejercicio de la sanación andina dentro del marco normativo de un Estado es variado en la región y se encuentra en diferentes etapas. Esta variedad de estadios nos muestra la complejidad de regular una práctica terapéutica de prestadores con bajos niveles de entrenamiento formal, con prácticas variadas y que sustentan su ejercicio en usos y costumbres que en la mayoría de las ocasiones son difíciles de ubicar dentro de los estándares de los sistemas de salud oficiales.
Las nacionalidades y pueblos indígenas, a lo largo de su historia, han estructurado sus propias formas de mantener la armonía, prevenir el desequilibrio y recuperar la salud mediante el ejercicio de medicinas tradicionales (medicinas ancestrales – medicina andina, denominación y contexto dentro de cada grupo étnico), que recogen ese cúmulo complejo, sistémico e integral de saberes, conocimientos y prácticas milenarias que son transmitidas históricamente de generación en generación, al interior de sus culturas y sistemas de vida. Esta visión de la salud incluye la interacción y conexión indisoluble entre la madre naturaleza, el territorio, las comunidades, las familias y las personas, considerándola como un todo. Así mismo, esta perspectiva establece una relación estrecha con el territorio como su fuente de vida espiritual, mental y material, donde pervive su cultura, colectividad, ancestralidad y autonomía.
La Política sobre Etnicidad y Salud de la OPS/OMS define a estos pueblos originarios como: .. una colectividad que se identifica a sí misma y que es identificada por los demás en función de ciertos elementos comunes, como el idioma, la religión, la tribu, la nacionalidad o la raza, o una combinación de estos elementos, y que comparte un sentimiento común de identidad […]. E incluye dentro de esta definición a las poblaciones indígenas andinas, los afrodescendientes y los romaníes alrededor del mundo.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), en la Estrategia de OMS sobre Medicina Tradicional 2014-2023, define la medicina tradicional como "la suma total de los conocimientos, capacidades y prácticas basados en las teorías, creencias y experiencias propias de diferentes culturas, bien sean explicables o no, utilizadas para mantener la salud y prevenir, diagnosticar, mejorar o tratar enfermedades físicas o mentales". La OMS, junto con su regional para las Américas, la Organización Panamericana de la Salud (OPS), y de manera coordinada con otros organismos internacionales como el Organismo Andino de Salud (ORAS-CONHU), han emitido recomendaciones y exhortos a los países de las Américas para la adopción de políticas públicas que reconozcan la diversidad cultural y sanitaria de la región, atiendan las particularidades de su población, protejan y fortalezcan las medicinas tradicionales y transversalicen el enfoque intercultural en sus políticas, planes y programas de salud.
Por su parte, las poblaciones indígenas, los afrodescendientes de los Andes y otros pueblos étnicos alrededor del mundo han adelantado procesos de reivindicación de sus derechos, en este caso del derecho a la salud desde una perspectiva integral e intercultural que articule no sólo los servicios médicos institucionales para la atención de las enfermedades, sino la acción sobre los diferentes factores ambientales, socioeconómicos y culturales que influyen en la salud, así como el reconocimiento y la valoración de sus culturas y la promoción de sus propios sistemas médicos tradicionales como opción alternativa y complementaria con la medicina facultativa.
En este contexto, los países del Abya Yala, hoy conocida como las Américas, han empezado a visibilizar en sus constituciones y jurisprudencia local (en el caso ecuatoriano a partir de la Constitución de 1998) no solamente la existencia y pervivencia de las medicinas tradicionales, sino su reconocimiento como sistemas médicos tradicionales, junto con sus saberes, conocimientos, prácticas y practicantes; así como el derecho de estas poblaciones a su ejercicio y también al diseño, implementación, seguimiento y evaluación -de manera participativa- de políticas, planes, programas y proyectos que posibiliten la articulación entre las medicinas tradicionales y la medicina alopática –occidental, la implementación de las medicinas tradicionales en los servicios de salud y la prestación de servicios de salud con pertinencia cultural.
También han propiciado la promulgación de Leyes y Normas para el ejercicio de la medicina andina o medicina intercultural, así como generado acciones de reconocimiento, protección y fortalecimiento de las medicinas tradicionales; además del diseño e implementación de modelos de salud propios e interculturales; adecuaciones socioculturales en los sistemas de salud institucionales; análisis de la situación de salud-enfermedad desde la diversidad cultural y elaboración de perfiles epidemiológicos socioculturales; sistematización y análisis de información de los conocimientos, saberes y buenas prácticas de las medicinas tradicionales; sensibilización, formación y capacitación del talento humano en salud propio e institucional; articulación y coordinación con otros sectores que inciden en la salud -intersectorialidad- en el marco de los determinantes sociales de la salud, entre otros aspectos.
Los saberes, conocimientos y prácticas de las medicinas tradicionales de las poblaciones indígenas andinas, afrodescendientes y de otros pueblos étnicos de las Américas hacen parte del legado y patrimonio intangible de la humanidad y están permeados tanto por temáticas sociales, políticas, culturales e históricas en cada país, como por sus realidades y cosmovisiones propias; por tanto, requieren de una mirada respetuosa, responsable y comprensiva.
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