El tejido ha sido, a lo largo de la historia, una forma muy especial de documentar y transmitir información dentro de las familias. A través del bordado, muchas mujeres han contado sus historias, han conservado sus tradiciones y han plasmado su cultura en las telas (Schevill, 1991). No solo ha sido una forma de expresión artística, sino también una herramienta para registrar la memoria familiar. Los diseños y patrones utilizados reflejan influencias culturales y costumbres heredadas. Muchas veces, esas figuras cuentan historias sobre los miembros de la familia, bodas, nacimientos y otros eventos importantes (Miller, 2007).
Además de su valor simbólico y estético, el tejido también ha sido un medio para compartir información práctica. Por ejemplo, era común que las mujeres bordaran en las telas consejos sobre el cuidado de los hijos, recetas de cocina o maneras de llevar la vida en el hogar. Así, esta sabiduría cotidiana pasaba de generación en generación (Balfour & Cunnington, 1999). Con el tiempo, el bordado fue adoptando nuevos fines y comenzó a usarse también en la creación de ropa y objetos decorativos. Sin embargo, muchas familias siguen conservando bordados antiguos como verdaderos tesoros: recuerdos valiosos de quienes los hicieron.
El tejido es un oficio ancestral que ha funcionado como una forma de narrar historias y dejar constancia del pasado. Es una práctica bella y detallada que ha pasado de abuelas a madres, de madres a hijas, y que nos permite mirar de cerca la vida de quienes la practicaron (Johnson, 2020). A través del tejido, las familias han compartido recuerdos, enseñanzas y experiencias. Al observar los colores, las formas y los patrones de una prenda, es posible conocer aspectos profundos de la vida y la cultura de quienes la elaboraron. El acto de tejer también une a las generaciones; permite recordar juntos, conectarse emocionalmente y mantener vivas las historias familiares (Weiner & Schneider, 1989). En este sentido, cada tejido puede convertirse en un legado: algo significativo y hermoso que perdura en el tiempo.
Cuando hablamos del tejido como un sistema de documentación familiar, nos referimos a su capacidad para transmitir, conservar y evocar información importante sobre la vida de las personas. Este uso existe desde hace siglos, porque los tejidos, al ser duraderos, se convierten en una forma efectiva de preservar la memoria (Barber, 1994). Algunas familias, por ejemplo, han bordado o cosido recuerdos familiares en las telas: nacimientos, bodas, fallecimientos y otros acontecimientos clave. También han guardado fotografías, relatos de viajes u otros momentos importantes, muchas veces acompañados de nombres, fechas o símbolos que identifican a los antepasados.
En ocasiones, estos tejidos contienen información sobre el lugar de origen de la familia, sus raíces, su historia y su cultura. Todo ese conocimiento queda guardado en ellos como si fueran archivos vivos. Así, los tejidos no solo embellecen los espacios, sino que también ayudan a mantener presente la identidad familiar, incluyendo detalles como el traje tradicional o los signos que identifican a cada linaje (Stresser-Péan, 2011).
¿Qué es un sistema de documentación ancestral?
Guiarse por el clima, por el color de las plantas, por la posición de las estrellas para sembrar, o interpretar las señales que emiten los animales del lugar… todo eso forma parte del conocimiento ancestral de los pueblos originarios. También lo es saber qué plantas tienen propiedades curativas, cómo usarlas o cómo mezclarlas. Este saber profundo ha sido protegido a lo largo de los siglos por las familias que forman parte de esos pueblos (Estermann, 1998).
Aunque a veces se lo pone en duda, este tipo de conocimiento también es tecnología. Una tecnología que no depende del papel ni de la escritura, sino que se transmite en otros formatos: en tejidos, en bordados, en prácticas cotidianas. Es una tecnología viva, que responde a las necesidades reales de las comunidades, y que ha sido custodiada, en muchos casos, por mujeres que la han heredado y transmitido con sabiduría (Johnson, 2020; Stresser-Péan, 2011).
Las tecnologías ancestrales partieron de lo más básico: las manos humanas como principales herramientas. Luego, se fueron complementando con otras herramientas, como lo demuestran los hallazgos arqueológicos en sitios del Qhapaq Ñan (Hemming, 1970). Una de las tecnologías que mejor ha resistido el paso del tiempo es el tejido. Gracias a él, el ser humano dejó atrás la desnudez con la que se enfrentaba, frágil, a los desafíos de la Pachamama (Barber, 1994).
Inventar el tejido implicó desarrollar muchas otras habilidades: el hilado, la creación de herramientas, y técnicas específicas para confeccionar telas que no solo sirvieran para vestir, sino también para guardar información importante. Hoy, gracias a estudios como Saber Enlazados de Kristen Johnson o De la vestimenta y los hombres de Claude Stresser-Péan, entendemos que estos conocimientos y técnicas ancestrales son también una forma de tecnología —una que, además, sigue reinventándose (Johnson, 2020; Stresser-Péan, 2011).
Un sistema de documentación ancestral o familiar es, en esencia, un método para registrar y conservar información sobre los miembros de una familia y sus antepasados. Este sistema facilita que las nuevas generaciones puedan acceder a esa información, incluso cuando alguno de sus mayores ya haya partido.
Cuando esa información se conserva en tejidos, bordados u otros objetos hechos a mano, no se pierde tan fácilmente como los documentos en papel. Además, es más fácil recuperarla si se sabe leer los patrones, los colores o las formas del tejido. Esta forma de guardar memoria también permite compartir la historia familiar entre generaciones, de una manera práctica, afectiva y duradera.
Cómo crear un sistema de documentación familiar
A lo largo de la historia, cada pueblo o nacionalidad ha creado su propia insignia a través de bordados o tejidos. En estos diseños se puede guardar información que identifica y diferencia a una comunidad. Por ejemplo, existen bordados característicos de Zuleta, Kayambi, Cañar, Saraguro, entre otros. Estos formatos culturales no solo indican de dónde proviene una persona, sino que también reflejan una identidad específica: datos familiares, conocimientos culturales, usos medicinales y más (Murra, 1975).
Los patrones y colores en un tejido pueden utilizarse para documentar información sobre una familia. Cada color puede representar a un miembro específico, y los diseños o formas pueden contar historias o marcar momentos importantes de la vida familiar. Al observar un tejido, no solo se aprecia su estética, sino que también se puede descubrir mucho sobre la vida y cultura de quienes lo hicieron (Weiner & Schneider, 1989).
Incluso en una prenda, la cantidad de puntos tejidos puede tener un significado simbólico: podrían representar la edad o el peso de un familiar, mientras que los colores del hilo podrían reflejar características físicas como el color de los ojos o el cabello. De esta forma, el tejido se convierte en una especie de archivo vivo que narra la historia personal y colectiva de quienes lo elaboran y lo usan.
Qué tecnología utilizar para el sistema
Las primeras prendas estaban hechas con elementos naturales como pieles de animales, hierbas, hojas, huesos y conchas. En excavaciones arqueológicas se han encontrado agujas simples, hechas con huesos de animales, que muestran que ya hace más de 30.000 años las personas cosían sus prendas (Barber, 1994).
Con el tiempo, la tecnología para confeccionar ropa fue evolucionando. Así, la función del vestir dejó de ser solo una necesidad práctica o social, y pasó a convertirse en un medio de identidad para cada pueblo o nacionalidad. Como señala Claude Stresser-Péan, “vestirse parece ser, antes que nada, una necesidad para combatir los efectos del entorno. Sin embargo, la ropa es también producto de un hábito social. Por lo mismo, contribuye a definir parcialmente los criterios de una sociedad” (Stresser-Péan, 2011, p. 45).
Las formas, los diseños, los materiales y los colores que se usan para elaborar las prendas y los bordados están profundamente ligados a las condiciones sociales de cada grupo o comunidad. Por eso, la vestimenta no solo protege el cuerpo, sino que también refleja la manera en que las personas se relacionan entre sí y con la Pachamama.
Al final, la historia de la ropa de los pueblos originarios de los Andes —y en especial la del pueblo indígena contemporáneo—, como bien lo menciona Stresser-Péan, “habrá de aparecer como la historia de la resistencia indígena, de su lucha por conservar total o parcialmente su identidad étnica”. Esto nos lleva a la necesidad de rescatar y valorar las herramientas que hicieron posible esa resistencia: los tejidos, los bordados y las tecnologías ancestrales que los acompañan. Comprender estas tecnologías antiguas no solo es clave para apreciar el trabajo artesanal, sino también para profundizar en la cultura viva de cada pueblo.
Cómo guardar documentos de tejido de forma segura
En los pueblos indígenas de la nacionalidad Kichwa, la kawiña (faja) es una de las prendas tradicionales que todavía se elaboran con telar de cintura y cuya existencia se remonta a tiempos mesoamericanos. Esta prenda, usada por mujeres, es un tejido rectangular hecho con hilos de lana en colores rojo, amarillo, negro y azul. En ella se guarda información sobre los vínculos familiares, características particulares de un linaje y otros elementos simbólicos que se transmiten de forma transgeneracional (Barber, 1994; Johnson, 2020). Durante la ceremonia de matrimonio, la madre entrega la kawiña a su hija como símbolo del compromiso de preservar la memoria ancestral. A su vez, esta hija, con el tiempo, la transmitirá a sus descendientes, asegurando así la continuidad del conocimiento familiar (Stresser-Péan, 2011).
Esta forma de transmisión también se da a través de otras prendas como los ponchos, los sombreros y las vestimentas ceremoniales. Todas ellas incluyen patrones que reflejan identidad familiar, territorial y espiritual (Weiner & Schneider, 1989). Además de los tejidos, en las culturas andinas la información se conserva también en objetos como utensilios, herramientas personales talladas en madera o piedra, y elementos rituales. Al igual que los textiles, estos objetos se entregan a la nueva pareja durante el matrimonio para que los resguarden y transmitan a las futuras generaciones (Murra, 1975; Estermann, 1998).
En resumen, el tejido ha sido a lo largo del tiempo un verdadero sistema de documentación familiar. A través del bordado y del telar, especialmente en los pueblos andinos, las mujeres han contado las historias de su vida, sus costumbres y su visión del mundo (Schevill, 1991). El bordado también ha servido para transmitir conocimientos prácticos, como el uso de plantas medicinales, rituales de sanación o normas de convivencia. Aunque estas técnicas han cambiado con los años, siguen siendo una herramienta importante para preservar y comunicar saberes entre generaciones (Balfour & Cunnington, 1999).
Un sistema de documentación familiar basado en el tejido permite conservar información significativa sobre los miembros de una familia y su linaje. Existen muchas tecnologías tradicionales que pueden emplearse para crearlo. Al observar los colores, patrones, simetrías y estructuras del tejido, se puede leer la historia, la cosmovisión y el legado de quienes lo confeccionaron (Johnson, 2020; Barber, 1994).
Revisado Por: Abg. Edison Raúl Guanolema Tuquinga.
Referencias
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Balfour, M., & Cunnington, C. W. (1999). The history of underclothes. Dover Publications.
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Barber, E. J. W. (1994). Women's work: The first 20,000 years – Women, cloth, and society in early times. W. W. Norton & Company.
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Estermann, J. (1998). Filosofía andina: Sabiduría indígena para un mundo nuevo. Abya-Yala.
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Hemming, J. (1970). The conquest of the Incas. Harcourt Brace Jovanovich.
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Johnson, K. (2020). Saber enlazados: La memoria textil en los Andes. Fondo de Cultura Económica.
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Miller, D. (2007). Material culture and mass consumption. Wiley-Blackwell.
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Murra, J. V. (1975). Formaciones económicas y políticas del mundo andino. Instituto de Estudios Peruanos.
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Schevill, M. (1991). Textile traditions of Mesoamerica and the Andes: An anthology. University of Texas Press.
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Stresser-Péan, C. (2011). De la vestimenta y los hombres: Una perspectiva antropológica. INAH.
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Weiner, A. B., & Schneider, J. (Eds.). (1989). Cloth and human experience. Smithsonian Institution Press.
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Compilado por: Liliana Vargas, Ale Gava, Myriam Inagan Jurado, Mili Quishpe, José Andrés Ávila. (estudiantes de ITS Jatun Yachay Wasi)
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Imagen: Referencia internet